Los alumnos son el eje fundamental de la actividad educativa, en constante proceso de madurez y formación. Se impulsa su autonomía, creatividad y capacidad autodidacta para que reconozcan su dignidad como hijos de Dios y vivan en amor hacia Él y al prójimo. Alcanzan un equilibrio emocional que les permite interactuar libremente en su entorno, seleccionando y utilizando la información con responsabilidad. Desarrollan competencias para la vida que integran conocimientos, habilidades, actitudes y valores esenciales para enfrentar con éxito los retos del mundo actual. Su espiritualidad se distingue por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, reflejada en su compromiso misionero, solidario y servicial.